sábado, 4 de abril de 2009

Piñata

No quiero oro ni quiero plata,
lo único que quiero, mamita,
es romper tu piñata,
rodearte de dulces,
regalarte las frutas…
-Genaro Patraka, "Por Eso Yo Muero".

No recuerdo haber sido muy afecto a las fiestas infantiles, ni de infante (infantil sigo siendo). Yo era ese chamaco que jugaba solito y recorría los juegos imaginando que era alguien que no se parecía a mí (generalmente de los malos, los buenos siempre me cayeron mal). Era natural, cuando me juntaba con los otros chamagosos terminaba lastimado o peleándome. Prueba de que siempre he sido un antisocial, sólo ha cambiado el grado de ñoñez.

Lamentablemente tengo una hija… (no, eso suena muy mal). Pero tengo una hija hermosa, la adoración de mis ojitos, delirio de mis versos… (eso no lo mejora). El caso es que no me gustan las fiestas infantiles, desde que pude me comencé a escapar de ellas, a evitarlas. “¿Fiesta de la hija de mi primo que nunca veo? Chin, ma, me gustaría ir, pero padezco de una gran inflamación de las gónadas.” “¿Fiesta de tu sobrinito, mi amor? Le prometí al Andreu ir a su entrena-miento, hace mucho que no lo veo y ya ves como se pone de nena”. Cualquier pretexto es bueno. Pero una hija te hace ir a huevo… y si no es la hija, es la vieja.

El rito como padre en una fiesta de chamacos es muy distinto al de los chamacos. En primer termino suelo reconocer el terreno, medir la peligrosidad de la zona de juegos (cosa que vale madres, los hijos son más intrépidos que uno). Luego echar ojo a las otras mamis, a ver si hay algo interesante para desviar la mirada… (creo que no debí confesar eso). Pero algo invariable es la charla con otros padres sobre los tiempos de hoy y lo que le depara el futurbio a los escuincles, los siclaro, los tarrudo y la sonrisa de a huevo son lo más utilizado. Hasta que me regreso a mi rincón a platicar con mi vieja con un ojo a sus ojazos y otro a ver donde anda la chamaca y ya juntos nos dedicamos a desarrollar el rito y las actitudes de los demás, dicen los que saben que se llama chismear y criticar (de críticón, no de crítico), yo prefiero llamarlo psicología social amateur.

Un rito más divertido es el de la piñata. Los enanos le rompen su mandarina en gajos al Barney, a las Princesas Disney y a otros personajes dignos de que les rompan su mandarina en gajos. Los papis y las mamis avispados suelen estar pendientes de que el escuincle con el palo no le parta el queso a sus hijolotes, que suelen aventarse por los dulces que se escurren de a poquito o por las extremidades amputadas a palazos como si fueran Indiana Jones por… (chingaos, trataré de usar analogías con personajes que domine) como si fueran Gokú por la esfera del dragón de cuatro estrellas, Seiya por el casco de la armadura dorada de Sagitario, Jenna Jameson por el pitote de Peter North o el HACS por la última chela. La piñata suele ser el rito más peligroso, pero vale verga, la recompensa lo compensa.

Lo más acá, en la actitud de los padres al interactuar con otros padres son los encabronamientos que se pueden dar. Es un imbécil el padre que se pelea con otros padres a causa de los hijetes, sólo es menos estúpido que el padre que se pelea con otro escuincle a causa de su chilpayate. Es estúpido porque los enanos a los 3 minutos siguen correteando y jugando con esa falta de rencor y mala memoria que corresponde a su tierna edad. En la última fiesta a la que tuve que ir, pasó algo muy, pero muy divertido: Una chamaca de las grandecitas le dio sus buenos palazos a un huevoide que pretendía pasar por uno de los personajes de la película de huevos y un pollo (esa es otra cosa, toda piñata se parece al personaje, pero como si ya le hubieran partido su madre). Durante los severos catorrazos una pata del huevo cayó al suelo, pero los chingadazos que le estaba propinando eran tan feminazis que ninguno de los otros mocosos se atrevió a cuestionarle su presea (seguramente temían por sus propios kiwis, el dolor es intenso aun cuando son de su tamañito). Al turno siguiente un chamaco puso su mira en la otra pata y lo logró, no le dio al cuerpo oval, pero un par de certeros chingazos hicieron volar la extremidad que quedaba. Lo malo fue que voló directo a la jeta de un papá platicador quien, estúpidamente, se encabronó (favor de remitirse a mi opinión sobre los padres imbéciles al principio de este párrafo). Mientras le terminaban de cantar al chamaco el daledaledalenopierdaseltino, el Don encabronado metió unos dulces de su hijaelachingada en la pata en cuestión sólo para amachinar su supremo derecho de conservarla. El mocoso amputador fue con el míster a pedirle su presea, pero el interfecto se negó a entregársela. Esto derivó en tristeza del chavito y la divina intervención de su madre/abuela/tía/madrina o madrota gorda vociferando “quien lo rompió se lo queda”, como si fuera la regla no escrita de las piñatas, una verdad de la vida, la ley de la gravedad, como si ella fuera el mismísimo Newton o de menos su mamá. Esto ameritó la intromisión de un tercer padre metichón dándole la razón al padre que recibió la patada voladora, quien, dicho sea de paso, se limitó a ignorar las quejas y continuar con su charla.

Desde mi punto de vista, el Don encabronado tenía el supremo derecho de conservar la pata para su hijuela (quien no pareció enterarse de nada), después de todo le cayó en sus manotas (previa intervención de su frente), pero me pareció muy mezquino que se la negara al chamaco. Pero no me parece razonable que se establezca “quien lo rompió se lo queda” como regla de las piñatas, pues eso significaría que quien la rompa se quede con todo el relleno, lo cual es completamente falso y daría al traste con el mismo espíritu de la partidura de madre de personajes maderables rellenos de dulces. Después de todo, la piñata es más parecida al socialismo de facto que al capitalismo voraz. El capitalismo le daría la razón a la señora, pero en realidad quien rompe la piñata, la rompe para todos y que quien pueda agarre lo que pueda. ¿O no?

Aquí la dejo, en un par de días tengo otra fiesta de chamacos y tampoco creo poder escaparme, así que probablemente continuará…

Actualización:

No me pude escapar de la otra fiesta, pero lo ocurrido no amerita otro post:

La piñata era un unicornio y en desmenbramiento cayó el cuerno a los pies de mi Flaka y lo guardó para la Cachorrita. Un chamaco le dio sus buenos catorrazos al mítico equino de carton y le frácturo la pata delantera izquierda e hizo volar a la derecha. Otro chamagoso se agandalló el miembro amputado y el chamaco quiebrahuesos se lo pidió. Obvio, el ganón le dio una rotunda negativa y el rompepatas se molestó lo suficiente para sólo voltearse y arrancarle la pata fracturada a la piñata. Ningún padre metiche metichó y no hubo pedo alguno.

Moraleja: Aunque fueran pulpo todas las piñatas, habrá niños sin extremidades para guardar dulces. Lo importante es que los papás no se metan. Creo.

1 comentario:

Abel Sentíes (cafechelero) dijo...

algún día lograré concentarme en una piñata, en la fiesta (esta cabrón oir musica chillona sin chupe) muy bueno